Si nunca has hecho una excursión para observar aves, debería empezar dejando bien claro que lo que tienes a dos pasos en la Costa de la Luz no se trata de campo ?normal? en lo que se refiere a aves. No solo es el Parque Nacional de Doñana (área protegida de 1.300km2 entre las provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva) uno de los humedales más importantes de Europa, pero el Estrecho de Gibraltar, que constituye la frontera sur de la provincia, es una importante zona de paso por la que cruzan dos veces al año millones de pájaros (incluidas cientos de miles de aves rapaces) en su viaje migratorio. La combinación de una gran variedad de aves residentes y el tráfico continuo de los meses migratorios convierten la zona en un paraíso para experimentados observadores de aves, mientras que para los no iniciados puede que éste sea el sitio perfecto para empezar, ya que Cádiz es sin duda terreno de pájaros grandes. Por supuesto que también existen bastantes aves de tamaño pequeño o mediano, y los guías que nosotros recomendamos (ver enlace abajo) podrán contarte todo lo que tú quieras saber sobre ellos y más. Pero lo más excitante de todo (si eres un novato como yo lo era) es tener tal cantidad de rapaces circulando por encima tuyo (águilas, buitres, aguiluchos) que no puedas decidir a dónde dirigir tus prismáticos.

Dos Xtremos recomienda Stephen Daly , guía que trabaja bajo el nombre de Andalucian Guides (ver enlace a pié de página). Experto en su campo, Stephen ha guiado excursiones en diferentes partes del mundo y siguen organizando excursiones de forma periódica en Marruecos, Senegal, Alemania, Portugal, Turquía y los Alpes Austríacos. Sin embargo, ha elegido Cádiz como su base y nadie está mejor preparado que él para enseñar tanto a novatos como entusiastas las maravillas ornitológicas de esta esquina de España. Las excursiones se organizan a medida (ver diferentes posibilidades a continuación) según el tamaño del grupo, conocimientos e interés. Pueden variar de medio día a día entero y pueden tener como único objetivo las aves o la naturaleza en general (muy recomendable si llevas niños)

Excursión de día entero en Octubre.

Nunca lo había hecho antes y decidí pasar un día entero con Stephen Daly yo solo. Empezamos razonablemente temprano: desayuno en la Venta Pinto en las faldas de Vejer a las 9.00 y luego nos dirigimos directamente a una zona conocida como La Janda. En el pasado fue la mayor laguna de la Península y junto con una serie de lagunas vecinas más pequeñas, el pantano no costero más grande de Europa. Drenada en los 60 para transformarla en zona agrícola (proceso que continúa), La Janda constituye una triste historia para los ecologistas. Sin embargo, sigue siendo hogar de muchas especies de aves en peligro de extinción y punto preferido de parada en la ruta migratoria. Aunque la importancia ornitológica de La Janda es algo reconocido internacionalmente, la zona aún no ostenta el estatus legal de zona protegida. Un grupo llamado La Asociación de Amigos de la Laguna de La Janda (ver enlace abajo) está intentando conseguirlo. Nuestro recorrido a través de La Janda nos llevó por caminos rurales llenos de hoyos que atraviesan los bastos campos arroceros como calzadas elevadas. Tan pronto como abandonamos la carretera principal Stephen se asomó por la ventana del coche para enseñarme los primero Trigueros y Tarabillas comunes. Es sabido que estas aves son bastante pequeñas y, por mucho que lo intenté, no conseguí ver nada durante unos minutos. ?Justo debajo del acebuche, a unos cincuenta metros? y yo giré torpemente mis prismáticos profesionales (préstamos de Stephen) en un intento fallido de enfocar el pájaro que, para entonces ya había volado en otra dirección. Sin embargo, al poco tiempo y tras aprender un par de truquitos que me enseño Stephen, ya conseguía ver la mayoría de sus descubrimientos y también hacía algunos por mi cuenta.

Hice la excursión a mediados de Octubre, hacia el final de la estación migratoria de otoño (debido al cambio climático esto ocurre cada vez más temprano). La mayoría de las Aguilas culebreras, Aguilas calzadas, Buscarlas y Zarceros migratorios subsaharianos ya habían pasado, pero seguía siendo un buen momento para otear Alcaravanes, Sisones, Aguiluchos laguneros, y Elanios azules todavía de viaje, más la amplia gama de aves residentes. Hay muchísimas aves para ver en la zona (La Janda y El Estrecho) durante todo el año y Andalucian Guides funciona los 12 meses. De todos modos, los períodos más activos son las migraciones de primavera y las de otoño (Marzo-Mayo y Septiembre-Octubre respectivamente), mientras que el verano es un buen momento para ver Canasteras, Abubillas, Abejarucos, Alimoches comunes y Aguiluchos cenizos. Pero, recuerda que las temperaturas medias en Cádiz a medio día (sobretodo en el interior) frecuentemente superarán los 30ºC en Julio y Agosto lo que te limita a las excursiones de primera hora durante esta época. El invierno es, supuestamente, la temporada de lluvias (fundamentalmente Diciembre-Febrero), pero aún entonces hay mucho que ver. Junto a una amplia gama de aves residentes hay invernantes como la Grulla común, que se quedan hasta marzo.

Para añadir un poco de picante a mi viaje, buscábamos un pájaro llamado Colirrojo Americano. Aparentemente nuestro esfuerzo debería ser tan inútil como buscar un pingüino en el amazonas, pero dos días antes un oteador había visto un Colirrojo Americano en la Janda, que supuestamente había sido forzado fuera de su rumbo por el huracán Gordon. Ahora tendría que construirse una vida lo mejor que pudiera a este lado del Atlántico, según me contó Stephen, dado que los vientos dominantes le impedirían volar de vuelta. Cuando Stephen frenó el coche de golpe y bajó cámara en mano (con una lente telescópica gigantesca) pensé que tal vez nosotros también habíamos topado con el Colirrojo Americano. De hecho, la algarabía era por una Garcilla cangrejera, a la que Stephen consiguió sacarle varias fotos mientras yo todavía intentaba quitarme el cinturón de seguridad en el asiento delantero del coche. A partir de ese momento aprendí a juzgar la importancia del espécimen según la rapidez con que Stephen saltara del coche.

Tras observar una gran variedad de aves pequeñas, tales como el Mosquetero musical, el Vencejo real, la Tarabilla norteña, el Martín pescador y el Buitrón, llegamos a un trozo de agua que se había formado al fondo de un campo de arroz. Aquí, en lo que no era más que un charco grande vimos desde muy cerca Agachadizas, Andarríos grandes y chicos y Cigüeñuelas con sus piernas maravillosas de color rosa/naranja. Fue aquí donde también escuchamos, pero no vimos, el huidizo Ruiseñor bastardo. Y también fue aquí donde nos encontramos con una pareja de ?oteadores? finlandeses, muy profesionales (o así me lo pareció a mi como amateur), a juzgar por la cantidad de equipo que tenían montado en el camino. Conocían la zona y también habían visto la Garcilla cangrejera (aunque estoy seguro de que no habían saltado fuera del coche tan rápido como Stephen), y si, también habían escuchado la historia del Colirrojo Americano y andaban en su búsqueda. Tras intercambiar algunas notas y admirar su equipo (en particular un curioso palo para sujetar los prismáticos y que no se te cansen los hombros) y después de que Stephen les aconsejara sobre las que, probablemente, serían las mejoras zonas para ver pájaros grandes ese día, partimos.

Enseguida nos topamos con los pájaros grandes, y aunque tal vez no fueran los más raros o grandes del día, este fue para mí el momento más mágico. En esta parte de la llanura los campos de arroz dan paso a los cultivos de algodón y aquí, virtualmente parados, planeaban justo por encima de las plantas de algodón un par de Aguiluchos laguneros con alas superiores a un metro de largo. Clasificados como jóvenes por la mancha amarilla en su corona, ambos trabajaban los campos de forma sistemática a la búsqueda de su comida (pajaritos, reptiles, anfibios pequeños, e insectos grandes). Al enfocar mis prismáticos pude observar su relajado pero preciso recorrido por los campos, como aceleraban el vuelo sin movimientos obvios y luego ralentizaban, incluso llegando a pararse por completo antes de dejarse caer fuera de mí vista para una tapa a la sombra de los algodonales. Y arriba otra vez, y el mismo proceso empezaba de nuevo. Observando este increíble espectáculo rápidamente pierdes noción de todo lo demás que pasa a tu alrededor. Veinte minutos mágicos, y el viaje ya solo por esto valía la pena.

La siguiente ave que vimos fue la más rara del día y, según Stephen, de hecho bastante rara. Me dijo que ornitólogos venían de toda Europa para intentar ver el Elanio azul, y ahí estaba, sentado en un poste a unos 100 metros de distancia.

Luego pasamos grupos de Garcillas bueyeras y Cigueñas comunes, pegándose un banquete detrás de las máquinas recolectoras de arroz. De ahí nos dirigimos hacía la cima de un desnivel con unas construcciones agrícolas, a donde Stephen había mandado a los finlandeses antes. Nos encontramos con ellos: cuellos doblados y enfocando los cielos. Después de un segundo rifi-rafe de ?oteadores? (no, ellos no había visto nuestro Elanio azul), nosotros también enfocamos hacia el cielo azul y sin gran dificultad enseguida seguíamos los movimientos de unas majestuosas aves grandes. Si tuviste un ejemplar de la típica guía de pájaros de niño, las hojas más desgastadas probablemente fueran aquellas con los pájaros grandes. Pues bien, en Octubre en La Janda puedes ver la mayoría de esos ejemplares todos en la misma tarde. Vimos el Águila calzada, con sus distintivas ?luces de aterrizaje? en los hombros, el Águila culebrera con su particular forma de planear mientras caza y sus bajo alas ligeramente enrejadas (sus dedos son cortos para evitar que las serpientes que cazan puedan resbalarse por ellos), la incluso aún menos común Águila perdicera, con espectaculares marcas en la parte inferior de sus alas. Es más, Stephen había trazado con exactitud el plan de vuelo del día y, en consecuencia, estos monstruos parecían estar haciendo cola por un hueco frente a mis prismáticos. Según la dirección y la fuerza del viento, las aves migratorias ajustan su ruta, más hacia el viento al cruzar La Janda y las montañas detrás de Tarifa si el levante sopla fuerte, para no verse empujadas al otro lado del Cabo Spartel (punta noroccidental de Africa ) por la fuerza plena del viento sobre el Estrecho. El día que yo lo hice, había un Levante moderado y, efectivamente, su ruta elegida era ligeramente cara al viento. Nos pasamos buena parte de una hora en la cima de la colina observando esta maravillosa procesión, siguiendo con nuestros prismáticos los elegantes movimientos de estos gigantes, con las alas totalmente estiradas para aprovechar al máximo el momento térmico; y al instante hombros repentinamente encorvados mientras se preparan para una caída en picado.

Comimos en una Venta e hicimos nuestros planes para la tarde. El viento estaba calmándose, y la idea de Stephen era que nos fuéramos al embalse de Barbate, un poco más hacia el interior, donde existía la posibilidad de ver algún Águila pescadora (las primeras criadas en la Península Ibérica en 60 años). Tras un recorrido de 15 minutos en coche a través del precioso campo al este de Benalup, llegamos al lago, pero esta vez no acertamos (las Águilas pescadoras o no estaban o estaban todavía de siesta). Tampoco vi Águilas Imperiales que, según me había contado Stephen muy orgulloso, se habían criado en Cádiz esta primavera por primera vez en 50 años (la semana anterior Stephen había presenciado un combate aéreo entre unas Águilas imperiales jóvenes y unas Águilas perdiceras). Estas pequeñas decepciones no nos preocupaban en lo más mínimo y dentro de unos minutos Stephen ya había localizado una Águila perdicera y, con su pie pegado al acelerador, la Citroën Jumpy se precipitó precariamente por el camino lleno de hoyos que nos llevaba de vuelta a La Janda. Yo quería concentrarme en la carretera y asegurarme de que no nos salíamos del camino pero mi trabajo era vigilar la mota que se arremolinaba cientos de metros por encima de nuestras cabezas. Mientras se mantuviera en contraste con el cielo azul y no bajo las nueves grises todo estaba bajo control, pero al poco rato la perdí. Paramos el coche y doblamos cuello una vez más, consiguiendo divisar nuestra mota bastante rápido. Retomamos la persecución y, mientras el Águila perdicera descendía lentamente, Stephen eligió el sitio perfecto una vez más y disparó con su cámara a esta belleza alada que volaba por encima de nuestras cabezas. Pasamos el resto de la tarde volviendo a través de La Janda, viendo a Martines pescadores y tortugas de agua dulce en un afluente del río Barbate, Cernícalos vulgares elevándose y cayendo en picado incesantemente bajo el sol del atardecer; y disfrutamos un poco más de los pájaros grandes, con los prismáticos pegados a los ojos y sin más ruido que el de las abejas y las ranas en nuestros oídos. Stephen comprobó mis recién adquiridos conocimientos y fue muy gratificante poder diferenciar a una Águila culebrera de un Águila calzada y un Cernícalo vulgar de un Cernícalo primilla. No es que fuera mucho, pero dada la gran variedad de pájaros que habíamos visto era un comienzo, y desde luego suficiente para querer repetir la experiencia.

Otras excursiones:

Andalucian Guides ofrece excursión de medio día o de día completo, así como viajes que duran varios días. Según la estación, estas excursiones se harán por la laguna de La Janda, los puestos de observación sobre el Estrecho, el pantanal detrás de Barbate, el Parque Natural de los Alcornocales, o paseando por la playa del Estrecho en Tarifa.

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