Esta actividad es para todos aquellos que midan más de 1,30m,  ya que cualquier persona por debajo de esta estatura no podrá ver por encima del borde de la cesta. Pero a parte de este requisito no hay ningún otro límite de edad. Siempre y cuando seas capaz de trepar dentro de la cesta (mis padres tienen cerca de 80 años y lo hicieron sin problema), ¡puedes volar!

Dos Xtremos recomienda... Glovento Sur, una compañía que vuela por toda Andalucía. La compañía dispone de tres pilotos, todos autorizados por la Aviación Civil Española. Glovento tiene una selección de globos para llevar grupos de entre 4 y 10 pasajeros. Debes reservar previamente y mejor al principio de tus vacaciones ya que lo normal es que tengas que cambiar la fecha debido a las condiciones atmosféricas. Los vuelos se hacen temprano por la mañana y a la vuelta te ofrecen un buen desayuno.

Sobrevolando Arcos de la Frontera a primera hora

Habíamos hablado con Santi (piloto de Glovento para la zona de Cádiz) varias veces a lo largo de la semana para mantenernos informados sobre las condiciones atmosféricas. Finalmente el pronóstico era de ligero poniente con cielos despejados, es decir: condiciones perfectas para un vuelo matutino sobre el histórico pueblo blanco de Arcos de la Frontera. Una espesa niebla cubría toda la costa cuando salimos de casa hacia nuestra cita de las 8.30 de la mañana, y tan solo empezó a despejar cuando estábamos ya bien adentrados en el interior. Santi y su ayudante Martín, nos estaban esperando a la entrada de Arcos. Tras presentarnos y lanzar un globo de helio de niño pequeño al cielo para comprobar la dirección del viento nos acomodamos en su minibús (la cesta y el globo en el remolque) y partimos en busca del sitio perfecto para despegar.

Uno de los grandes atractivos de ir en globo, como nos explicó Santi, es que dos viajes nunca son iguales ya que el viento, las corrientes, las temperaturas, el sitio desde el que despegas o donde aterrizas varían constantemente. Esa mañana las condiciones eran casi perfectas, con una brisa suave procedente del suroeste y ligera neblina a ras de suelo. Uno de los aspectos más difíciles para los pilotos de globo es la exactitud; en esta ocasión el plan de Santi era despegar hacia el suroeste de Arcos y después volar directamente hacía la famosa escarpa que marca una de las fronteras del pueblo. La idea era subir y volar por encima de este cortado y pasar entre los campanarios de las dos iglesias más grandes del pueblo.

Finalmente, despegamos desde una pequeña planicie junto a un riachuelo y un molino abandonado, ya que el sitio predilecto de Santi acababan de plantarlo con maíz. Unos 100 metros por encima de nosotros y a una distancia aproximada de 1 Km. podíamos apreciar la silueta de las torres y murallas de Arcos a través de la niebla. Rápidamente, Santi y Martín sacaron la cesta y el globo del coche y los tumbaron en el suelo. Luego utilizaron un pequeño ventilador para ir inflando el globo que en poco tiempo empezó a tomar forma. Con tan solo dos chorros de aire caliente de los quemadores, el globo y la cesta se enderezaron sobre el suelo, anclaron la cesta firmemente y el momento que habíamos estado esperando finalmente había llegado. Pequeñas incisiones en la cesta te permiten entrar sin grandes dificultades (mis padres de casi 80 años no tuvieron ningún problema), pero una vez dentro tu libertad de movimiento se ve bastante limitada, en un diseño que no ha cambiado nada desde que los hermanos Montgolfier hicieron su vuelo inaugural en 1783. Eramos cinco en total incluyendo el piloto en una cesta para seis personas. Glovento también tiene cestas para grupos de ocho o diez personas.

Los dos o tres primeros “soplidos” de los quemadores son los peores en cuanto a ruido y calor, no solo porque no estás preparado pero también porque son más largos para conseguir que el globo se eleve y se mueva. De todas formas, con cachetes fríos y cabezas calientes iniciamos nuestra aventura y enseguida el río que teníamos debajo se convirtió en un minúsculo riachuelo y las murallas de Arcos se hicieron cada vez más reconocibles. Aunque era obvio que subíamos, también lo era que nos estábamos acercando rápidamente al cortado. Nadie dijo nada, pero todos dudábamos de que estuviéramos ascendiendo lo suficientemente rápido. Sin embargo, nuestro piloto lo clavó y navegamos por encima de la Plaza Mayor y entre las torres, para gran excitación de los turistas que nos saludaban mientras desayunaban frente al ventanal del Parador junto al cortado y de los que paseaban a esa hora por la plaza. No todos los días se ve un globo tan de cerca y una de las cosas más agradables de volar es que todo el mundo te sonríe y te saluda. Incluso las vacas miran hacia arriba cuando pasas por los campos y el ladrido de los perros es casi el único sonido que te acompaña constantemente (incluso a 500m de altura). La gente en pijama salía de sus casas para saludar al pasar por encima de los tejados de Arcos al amanecer.

En muy poco tiempo cogimos altura y dejamos el pueblo a lo lejos como una isla blanca en un mar de niebla gris. Nos encaminábamos al lago de Arcos, justo al noreste del pueblo. Aquí la niebla ya se había despejado y el reflejo del sol brillaba como en un espejo. Nos habíamos acostumbrado a los 50-150m de altitud y de repente volábamos a unos 500 mts, algo totalmente distinto. El lago y el pueblo se veían como si los miraras desde la ventana de un avión y la vista enfrente nuestro (hacia el norte y el este) era exacta a la que se ve en las típicas fotos hechas desde un globo: una nube blanca baja se extendía hasta donde la vista llegaba con los picos más altos de la Sierra de Grazulema negros en contraste al blanco intenso del sol. Tengo que reconocer que en este preciso momento el gusanillo del globo me capto y si por mi fuera me hubiese quedado ahí horas y horas y horas…. Sin embargo, una ligera brisa en la cara nos indicó que el viento estaba cambiando y Santi inició el descenso. Una de las cosas más chocantes de viajar en globo es que no hay sensación de viento. Como viajas con el viento no hay resistencia y por eso cuando sientes el aire en tu cara es la señal de que el viento ha cambiado. Otra de las cosas que te das cuenta enseguida es que, aunque el piloto puede tener un buen control de la altitud del globo (una cuerda conectada a un agujero en la parte superior del globo le permite dejar salir el aire caliente cuando quiere bajar, mientras que un chorro de aire caliente de uno de los quemadores hará que subas suavemente y los dos quemadores al mismo tiempo es tan efectivo como un ascensor), en cuanto al desplazamiento horizontal está bastante limitado. Por eso, estás a merced del viento y fue al acercamos al agua al otro lado del lago cuando el globo giró 90 grados al entrar en una corriente de aire distinta que me di cuenta de que arte tan complicado es el pilotar un globo de aire caliente. Tal y como Santi había previsto, la nueva brisa nos llevó hacia el sur y en dirección a una pequeña península donde planeaba aterrizar y donde nos estaba esperando nuestro desayuno. Mientras que descendíamos despacio pudimos ver claramente el reflejo del globo en el agua e incluso tocar las cañas y matojos que nos separaban de la orilla. Además tuvimos un regalo extra con el que no contábamos: vimos como un águila pescador cazaba su desayuno. Y entonces, con extraordinaria precisión Santi valoró las condiciones del momento y nos llevó paralelos a la orilla y después de un par de chorros de aire caliente para vadear unos árboles algo más altos, aterrizamos en un campo de fútbol a no más de 10 m de nuestro minibús y remolque, que nos había estado siguiendo durante todo el viaje y ahora estaba aparcado detrás de la portería. El aterrizaje es algo brusco aunque nada exagerado siempre y cuando no haya mucho viento. Dentro de la cesta hay una serie de agarraderas para ayudar a mantener el equilibrio. Santi nos pidió que flexionáramos las rodillas, nos agarráramos fuerte y evitáramos caernos unos encima de los otros (aparentemente está es la forma en que te podrías hacer daño)

Recoger es más rápido que el despliegue inicial (20 minutos contra 30 minutos) y enseguida estábamos camino de nuestro desayuno: café con leche caliente con molletes tostados, aceite de oliva de la zona y jamón serrano pata negra con tomate, y todo esto con vistas al lago. ¡Que estupenda manera de empezar el día y apenas eran las 10.30!

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